Nuria
Así fue el nacimiento de la diosa que vivió en los infiernos en lugar de en los cielos, Piressí, la diosa del fuego. Quien, como las sirenas con sus cantos, atraía a sus víctimas con hipnóticos colores hasta enloquecerlos.
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Así fue el nacimiento de la diosa que vivió en los infiernos en lugar de en los cielos, Piressí, la diosa del fuego. Quien, como las sirenas con sus cantos, atraía a sus víctimas con hipnóticos colores hasta enloquecerlos.
Un nacimiento indicado por los astros. Regalos traídos del lejano oriente. Brasas donde antes hubo fuego. Una esperanza para el mundo. Los reyes marchan, los pastores guardan. Comienza la historia.
Primera carta a los ateos. Capitulo 1, versículo 10: Léase aquí que ningún Dios ni Profeta hizo al Hombre, porque el Hombre se hizo a sí mismo al descubrir el fuego. Aquel fue, sin duda, el nacimiento de su ser social.
Estamos contemplando en directo el nacimiento de un protómano. Es la primera vez desde la guerra de independencia que obtenemos información sobre sus métodos reproductivos. Atención, ¿es fuego lo que sale de su boca?
Esa noche disfrutamos como nunca antes y, sin saberlo, como nunca más. Días después del primer corte eléctrico supimos que no habría vuelta atrás. Volvíamos a depender del fuego y protagonizaríamos el nacimiento de una era post-globalización.
Rompiendo la tradición de una familia de exitosos escritores, con todos ustedes, los trillizos strippers:
¡Fósforo!, si le rozas prende 😉
¡Fofito!, nunca tiene suficiente, y …
¡Fosforito!, pero… ¡¿qué es eso que le brilla en la oscuridad?!
Antes usaban fósforo. Cuando no había grafito, los escritores usaban fósforo. Eran como alquimistas. Escribir era más difícil. Eran tiempos románticos. Cada palabra contaba. Se borraban, pero no se olvidaban.
Se arrodilló frente a la estatua y amontonó cientos de libros recaudados durante la sequía. Encendió un fósforo y prendió la pila. Con suerte la diosa de los escritores se apiadaría de ellos esta vez.
-¡Albricias, albricias! – Gritó a todo pulmón. Cogió un fósforo y se prendió fuego. Los escritores, anonadados, no daban crédito a lo que veían sus ojos; tendrían que elegir otro final.
Le gusta pertenecer al grupo de escritores, pero más ser docente. Le evade de la incertidumbre y le hace reír. En los días malos se enciende cual fósforo en llamas, en los buenos, vive la felicidad.
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