Javi Abellán
Las palabras se marchitan con el desuso y mueren con el olvido. ¿Puedes caminar por la hoz? ¿Se puede injertar un añil? Alguien por ahí sabe la respuesta… ¿Y tú?
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Las palabras se marchitan con el desuso y mueren con el olvido. ¿Puedes caminar por la hoz? ¿Se puede injertar un añil? Alguien por ahí sabe la respuesta… ¿Y tú?
Al ver la mancha color añil oscuro en forma de hoz marcando la nalga del recien nacido supo que por fin había encontrado al elegido. Sonriendo, Iósif apretó el gatillo: nadie le robaría su pueblo.
Bajo el cielo color añil, armado con su hoz iba, camino de la siega, una mañana más.
Estaba furibundo. Cogió la hoz y destrozó el añil sembrado, con la esperanza de que los muy cabrones se quedasen también sin añil en el cielo.
Nadie se acuerda de su nacimiento, de la alegría y el dolor que causa ese hecho, ni de la marca de fuego que deja en nosotras, en alguna parte del cuerpo.
Tu fuego es mi salvación. Es el nacimiento del nuevo día lo que me hace libre. Quizá no haya sido un error mi boca fundida en la tuya. El tiempo corre, acércate y déjate gozar.
“Por último, encendió el fuego en la pequeña caldera de su pecho. Aquello marcaba el nacimiento de una nueva era. Golem abrió lo ojos, esperando las órdenes de su amo”.
En sus ojos se reflejaban dos cosas aquella noche: Pasión y el Reichstag.
El nacimiento de los cambios reales siempre es con fuego.
Igual que en las noches precedentes, se quedó ensimismada mirando el fuego. Las gélidas temperaturas de la noche desértica eran lo de menos. Cada hoguera era un nuevo nacimiento. Una oportunidad para coger, por fin, el valor.
Luz y fuego, una explosión de dimensiones universales, energía que no desaparecerá en varias generaciones. Vivimos, sin saberlo, el nacimiento de una estrella. ¡Qué viva el rock ‘n’ roll!
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