Pablo
Notó su tacto y comenzó a temblar. Su estómago saltaba como nunca antes. ¿Será esto el amor?
Un sabor ácido consecuencia del último kebab invadió su boca. Parece que no.
Notó su tacto y comenzó a temblar. Su estómago saltaba como nunca antes. ¿Será esto el amor?
Un sabor ácido consecuencia del último kebab invadió su boca. Parece que no.
El estómago, el esfínter y el esófago conversaban sobre aquel atardecer donde todo cambió. Detestaban el alcohol y las drogas. No esperaban conocer el dolor de esta manera. Aquella colisión los hizo temblar como nunca.
El hombre entró en la habitación, se sentó en la silla y empezó a temblar.
Ella se dio cuenta de que, a su edad, ya no tenía estómago para estas cosas.
No puedo hacer más que temblar al pensar en la que se nos avecina. Los retortijones en el estómago aumentan… Pero todos sabemos que no son retortijones, y que no es el estómago.
El pobrecito no podía parar de temblar. No le culpo, tan solo unos instantes atrás no era más que un puñado de polvo, y ahora luchaba por retener un trago de agua en el estómago.
-Mi bolsillo se rompió. No importa, llevaba solo mis deseos. Cada hilo, cada agujero son las heridas de mi combate.
-¿Qué dices abuela?
-No sé, estoy fuera de onda.
¡Qué onda! nos decíamos al salir de la escuela,
Pero eso era antes.
Lo que hablamos ahora, simplemente no es para todos los bolsillos.
A veces, ni estómagos.
Y arrancando la onda de la mano del destrozado cadáver de aquel pastor, David la metió en su bolsillo y gritó: “¡Ahora seré vuestro rey y así contaréis mi leyenda…!”
“Seguimos en Onda Fortunata. Gane esta semana para subir de clase social y convertirse en aquello que detesta.”
Buscó el boleto pero sólo encontró un nuevo agujero en su bolsillo.
Pudo ver la onda venir a toda velocidad desde el horizonte. Ya no había tiempo. Se metió la mano en el bolsillo y suspiró por última vez.
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