Javi Abellán
¡Qué pesado estás con las miradas! Eres más tonto… como si estuvieras pidiendo auxilio. ¿Un corazón herido? Mira tío, conmigo o con cualquier otra: o te atreves o no molestes.
¡Qué pesado estás con las miradas! Eres más tonto… como si estuvieras pidiendo auxilio. ¿Un corazón herido? Mira tío, conmigo o con cualquier otra: o te atreves o no molestes.
El pequeño trazó la hoz roja con cuidado. Esta vez se aseguró de haber usado el lápiz correcto, la última vez había usado el añil por error, y todavía tenía las marcas de los azotes.
Al gritar su nombre, giró bruscamente la cabeza y levantó la hoz amenazante. Lágrimas añil, ojos ocre, labios anaranjados ¿era esto también producto de la simulación o estaba ocurriendo de verdad?
A cada paso las miradas murmuraban. Su capa añil oscurecía aún más su presencia mientras andaba con paso arrogante balanceando su enorme hoz negra.
El Brazo Ejecutor había sido convocado.
La vio entrar. Sintió ardor en su pecho. El color añil de su pelo jugaba con las luces del bar.
A su lado, su mujer le segó con la mirada, fría como la hoz que cosecha el campo.
Las palabras se marchitan con el desuso y mueren con el olvido. ¿Puedes caminar por la hoz? ¿Se puede injertar un añil? Alguien por ahí sabe la respuesta… ¿Y tú?
Al ver la mancha color añil oscuro en forma de hoz marcando la nalga del recien nacido supo que por fin había encontrado al elegido. Sonriendo, Iósif apretó el gatillo: nadie le robaría su pueblo.
Bajo el cielo color añil, armado con su hoz iba, camino de la siega, una mañana más.
Estaba furibundo. Cogió la hoz y destrozó el añil sembrado, con la esperanza de que los muy cabrones se quedasen también sin añil en el cielo.
Tu fuego es mi salvación. Es el nacimiento del nuevo día lo que me hace libre. Quizá no haya sido un error mi boca fundida en la tuya. El tiempo corre, acércate y déjate gozar.
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